
Mientras la Bajada de la Virgen de los Reyes capta la atención de todo El Hierro y visitantes de fuera, hay una labor constante y callada que permanece casi en la sombra: la de las camareras de la Virgen. Estas mujeres, unidas por la fe, el compromiso comunitario y la herencia cultural, son las encargadas de vestir, preparar y cuidar a la imagen más venerada de la isla.
Lejos de los focos y los titulares, las camareras dedican incontables horas a conservar y preparar los mantos, a adecentar el camerín y a mantener el entorno de la Virgen impecable. Sus manos —muchas veces anónimas— son las que tocan primero cada tela bordada en oro, cada adorno floral, cada insignia que luego ve el pueblo cuando la Virgen sale al encuentro de sus fieles.
“Es una emoción difícil de explicar”, asegura una de ellas en declaraciones a Diario El Hierro. “No lo hacemos por protagonismo, sino por devoción. Es un privilegio estar tan cerca de ella”.
La labor de las camareras no es nueva. Se remonta a siglos de tradición en los que las mujeres del entorno del santuario, de forma espontánea y desinteresada, ofrecían su tiempo y saber para el cuidado de la Virgen. Hoy, ese compromiso sigue vivo y es transmitido de madres a hijas, con respeto y emoción.
Su trabajo va más allá de lo técnico: representa un vínculo espiritual entre el pueblo herreño y su patrona. No hay acto, procesión ni celebración donde no esté presente, de forma silenciosa, la mano de estas mujeres que se convierten en guardianas de lo sagrado.
En cada Bajada, cuando la Virgen cruza caminos, montañas y pueblos, también viaja con ella la dedicación de quienes, tras bastidores, han hecho posible su luz, su belleza y su presencia.
Marianela Zamora (Valverde): Con 40 años de experiencia, es la más veterana. Describe su labor como una mezcla de responsabilidad, fe y cariño. Prefiere vestir a la Virgen con colores suaves y sin sobrecargarla de joyas. Destaca el trabajo en equipo entre las tres camareras y la importancia de mantener el sentido espiritual del acto.

Nicolasa Armas (La Frontera): Lleva 19 años como camarera. Ha confeccionado trajes para la Virgen y vive esta labor como una promesa personal. Su familia la apoya y considera a la Virgen como protectora. Comparte una historia emotiva sobre una medalla que fue colocada sin saberlo al Niño Jesús, cumpliendo un deseo especial de una devota.

Tibiabín Padrón (El Pinar): Se convirtió en camarera con 30 años, rompiendo con la tradición de mujeres mayores. Lleva 10 años en el cargo y destaca la armonía en el equipo. Vive cada cambio de vestuario como si fuera el primero y defiende la importancia de preservar las tradiciones frente a la modernidad.
