Una planta desalinizadora en Icod, que representó una inversión de cuatro millones de euros, ha permanecido sin funcionar durante más de dos décadas, a pesar de los esfuerzos por hacerla operativa. Situada en medio de una crisis hídrica, esta infraestructura se ha convertido en un símbolo de malgasto y mala planificación.
A lo largo de los años, las autoridades locales han intentado encontrar soluciones para poner en funcionamiento esta planta, diseñada para tratar aguas subterráneas salobres. Sin embargo, a pesar de haber sido casi completada en 2002 y oficialmente inaugurada en 2004, la desalinizadora ha permanecido inactiva, generando críticas y debates sobre la responsabilidad por este derroche de recursos públicos.
Los altos niveles de flúor en el agua de suministro de ciertas áreas de Icod de los Vinos han sido motivo de preocupación, y la desalinizadora fue concebida como una solución a largo plazo para este problema. Sin embargo, su falta de uso ha dejado a la comunidad sin una respuesta efectiva a esta crisis.
A pesar de los intentos por encontrar soluciones, como desviar el agua hacia otros fines agrícolas, la planta sigue sin cumplir su propósito original. Este caso refleja una historia de anuncios prometedores seguidos de decepciones, destacando la necesidad de una mejor planificación y gestión de los recursos públicos en infraestructuras cruciales como esta.